Pagina inicio Pagina Modelismo Naval Página Historias y Batallas
   

Ataque ingles a Tenerife la mayor derrota de Nelson

 

 

La mayor derrota de Nelson. El intento de ocupación de Tenerife, julio 1797.

En el ataque naval a Santa Cruz de Tenerife del 30 de abril de 1657, ocurrido en el contexto de la guerra anglo-española de 1655-60, la armada inglesa liderada por el almirante Robert Blake y el contraalmirante Richard Stayner penetró en el puerto de la ciudad y destruyó la flota de Indias que el general Diego de Egüés y su segundo José Centeno tenían allí amarrada tras haber llegado desde Veracruz y La Habana.

En el transcurso del combate, que se prolongó durante todo el día, hubo 300 muertos en el bando español y resultaron destruidas las 16 naves allí fondeadas, aunque la carga que transportaban, desembarcada antes de la batalla, logró mantenerse a salvo. Por la parte inglesa se reportaron 50 muertos y 120 heridos; empujadas por un viento favorable, todas las naves inglesas consiguieron salir del puerto.

La destrucción de la flota de 1657, sumada a la captura de la flota del año anterior frente a las costas de Cádiz, supuso un duro golpe a la economía española, ya de por sí maltrecha. Incapacitada de transportar el dinero al continente por falta de navíos, España vio mermada su capacidad militar en la guerra que simultáneamente mantenía contra Portugal y contra la alianza anglo-francesa en Flandes, y sus relaciones comerciales con las Indias se vieron negativamente afectadas.

Contexto histórico

 Crisis en España

Artículo principal: Crisis de 1640

La década de los años 1640 no había sido fácil para España, bajo el reinado de Felipe IV y la privanza del Conde-Duque de Olivares y más tarde de Luis de Haro: los alzamientos independentistas ocurridos en Cataluña (1640), Andalucía (1641), Sicilia (1646), Nápoles (1647) y Aragón (1648) habían sido sofocados, pero persistía la guerra de independencia de Portugal; la guerra de Flandes había terminado en el 48 con la pérdida de Holanda; la guerra de los treinta años, terminada en Europa el mismo año, tenía su continuación en la guerra contra Francia; los ingresos provenientes de Indias disminuían,[2] en gran parte por los ataques de piratas y corsarios ingleses y holandeses a las colonias; las graves epidemias de 1647-52[3] habían diezmado la población; la hacienda pública, agotada con tanto gasto, había suspendido pagos (una vez más) en 1647, debiendo recurrir el estado a renegociaciones de la deuda externa, subidas de impuestos y devaluaciones de la moneda. Fue lo que se dio en llamar la crisis de 1640, con la que se agravó el proceso de la decadencia española.

 Guerra civil en Gran Bretaña

Artículo principal: Guerra civil inglesa

En las islas británicas la época había sido aún peor: Inglaterra, Escocia e Irlanda, ambas bajo el reinado de Carlos I de Inglaterra, estaban enfrascadas en las Guerras de los Tres Reinos, una serie de conflictos provocados por la intolerancia religiosa entre católicos, covenanters y protestantes y por las diferencias políticas entre parlamentarios y realistas. A la guerra de los Obispos (1639) siguieron la primera guerra civil inglesa (1642-45), la guerra civil escocesa, la segunda guerra civil inglesa (1648-49), la ejecución de Carlos I, la instauración de la república y la tercera guerra civil inglesa (1649-51), mientras Irlanda tras las guerras confederadas era ocupada militarmente.

En 1653 Oliver Cromwell había asumido el poder absoluto sobre los tres reinos como Lord Protector. Atrás quedaban más de 800.000 muertos y ya la república estaba embarcada en una nueva guerra contra Holanda motivada por la rivalidad comercial entre ambos países.

 Casus belli: el comercio en las Indias

Desde el descubrimiento de América, las Bulas Alejandrinas otorgaban a la Corona de Castilla el derecho exclusivo a la conquista y el monopolio comercial en las Indias, confirmados posteriormente por las leyes de Indias, según las cuales el comercio por parte de mercantes extranjeros estaba considerado por las autoridades españolas como contrabando.

Disconforme con este estatus, en 1654 Cromwell envió hacia el Caribe una expedición militar inglesa bajo el mando de William Penn y Robert Venables con el objetivo de establecer una base de operaciones y apoderarse de la flota del tesoro española.[8] Tras ser rechazados en su ataque a La Española éstos marcharon contra Jamaica, desalojando a las fuerzas españolas allí presentes. España exigió la restitución de la isla y se reafirmó en su derecho al monopolio comercial en las Indias; tras el fracaso de las negociaciones diplomáticas Felipe IV ordenó cortar las relaciones con Inglaterra y confiscar los bienes de los ciudadanos ingleses en España; Cromwell respondió con una declaración formal de guerra contra España.

En el transcurso de la guerra Cromwell señaló como objetivo prioritario la captura de la flota de Indias española, que anualmente llegaba desde América cargada de riquezas. Ya en 1656 la armada inglesa atacó la flota de Marcos del Puerto, capturando parte de su carga, y durante todo el año siguiente el almirante Robert Blake y su segundo Richard Stayner se mantuvieron frente a las costas de Andalucía acechando la llegada de una nueva flota.

 Preparativos

 La flota de Indias fondea en Tenerife

La flota de Indias, formada por dos galeones, ocho mercantes y un patache[10] bajo el mando de Diego de Egüés y de su segundo José Centeno, salió de Veracruz cargada con la plata americana en agosto de 1656, y tras hacer escala en La Habana, donde una docena de fragatas inglesas habían estado acechando su llegada hasta unos días antes, llegó a La Palma el 18 de febrero, desde donde marchó hasta Tenerife. El 26 del mismo mes zarpó hacia la península, pero a la altura de Gran Canaria fue alcanzada por un mensajero del gobernador de Tenerife Alonso Dávila advirtiéndole de la presencia de la flota inglesa en las costas de Andalucía. Este aviso y la rotura de un mástil de la nao capitana convenció a Egües para volver al abrigo del puerto de Santa Cruz. Habiendo recibido instrucciones de Felipe IV para permanecer allí hasta nueva orden, Egües ordenó desembarcar la carga de las naves y ponerla a salvo de un hipotético ataque inglés. El 14 de marzo comenzó la operación de descarga de las naves, fijándose un plazo de dos meses para la terminación de la misma.

 La armada inglesa se dirige hacia Canarias

Entretanto la flota inglesa, 33 navíos de guerra bajo el mando del almirante Robert Blake con John Bourne como vicealmirante y Richard Stayner como contraalmirante, había pasado el invierno frente a la costa andaluza esperando capturar la flota de Indias a su llegada a Cádiz. Habiendo recibido inteligencia sobre la llegada de Egües a Tenerife y sobre los tratos en que andaban los españoles con el holandés Michiel de Ruyter para transportar el tesoro a Flandes, la armada inglesa puso rumbo a Canarias.

 El puerto de Santa Cruz

El puerto de Santa Cruz, en forma de semicírculo, estaba protegido por el castillo de Paso Alto y por una serie de reductos armados con artillería y mosquetería y unidos entre sí por una muralla paralela a la costa. Las naves estaban amarradas borda con borda, lo más cerca posible de tierra; además de la flota de Egües se encontraban en el puerto otras naves más hasta el número de 16. Alonso Dávila era el gobernador militar de la isla, que contaba con 10.000 hombres para su defensa.

 Ataque inglés al puerto de Santa Cruz

 La batalla

A las 8 de la mañana 12 fragatas inglesas encabezadas por el Speaker de Richard Stayner se adentraron en el puerto, situándose tan cerca de las naves españolas como para que éstas les dejaran a cubierto de los proyectiles lanzados desde el castillo y los reductos, mientras el resto de la flota inglesa, situada más afuera, comenzó un intenso intercambio de fuego de artillería con las baterías de tierra. Los barcos mercantes españoles fueron abordados fácilmente por los ingleses; sólo los galeones de Egües y Centeno consiguieron oponer cierta resistencia, pero superados en número, a mediodía fueron incendiados por sus capitanes para evitar que fuesen tomados por los enemigos. Las fragatas inglesas intentaron tomar como presas los navíos abordados, pero perdida ya toda la flota española, la artillería arreció en su ataque contra los ingleses, y Blake dio órdenes de abandonar e incendiar todos los barcos españoles. A las 3 de la tarde todos los navíos españoles habían sido destruidos y los ingleses comenzaron su retirada, que no pudieron completar hasta que al atardecer, un providencial cambio de viento les empujó mar adentro; la fragata de Stayner, desarbolada y haciendo aguas, hubo de ser remolcada.

 Resultados

Por la parte inglesa hubo 50 muertos y 120 heridos; los daños sufridos por las naves fueron reparados en los dos días siguientes.

En el bando español hubo cerca de 300 muertos, perdiéndose las 16 naves fondeadas en el puerto y parte de su carga, que todavía en la fecha del ataque no había sido desembarcada. Las pérdidas fueron valoradas en 10 millones de libras esterlinas o 48 millones de pesos. El tesoro desembarcado de las naves con anterioridad al ataque, valorado entre 5 y 10 millones de piezas de a ocho, se transportó a San Cristóbal de La Laguna, varios kilómetros tierra adentro, en previsión de un segundo ataque inglés que no llegó a producirse. La ausencia de barcos en los que transportarlo motivó que el dinero quedase inmovilizado en Canarias hasta el 28 de marzo de 1658, cuando Egües y Centeno consiguieron arribar con él a El Puerto de Santa María.

 

bandera britanica capturada a la fragata Emerald

 Consecuencias

La destrucción de la flota de Indias en Santa Cruz de Tenerife, unida a la captura de la del año anterior frente a Cádiz, supuso para España un nuevo varapalo a su ya de por sí maltrecha economía. Sin dinero en efectivo para pagar los gastos militares del país, las tropas españolas sufrieron una merma considerable en su operatividad en las campañas de Portugal y de Flandes, donde en los meses siguientes las tropas inglesas y francesas bajo el mando de John Reynolds y Turenne, que actuaban conjuntamente según lo establecido en el tratado de París, superaron a los tercios españoles dirigidos por Juan José de Austria y Luis de Condé.

Sin embargo el mayor daño no fue la pérdida del valor material de las naves, sino la consiguiente interrupción del comercio con América. A falta de navíos con los que cubrir la carrera de Indias, España se vio obligada a abrir el monopolio comercial que tan celosamente había mantenido, ofreciendo a las Provincias Unidas tomar parte en el negocio; simultáneamente, la ruptura de la línea de transporte intercontinental provocó en las colonias una considerable carestía de los productos manufacturados importados de la metrópoli. Hasta 1659 no volvió a llegar a la península ibérica una nueva flota de Indias, que lo haría por Cantabria para evitar un nuevo encuentro con los ingleses.

 La batalla de Santa Cruz en la historiografía

Habida cuenta de la dificultad que a priori presentaba la acción emprendida por la flota inglesa, de la diferencia numérica en las bajas de ambos bandos y de las cuantiosas pérdidas sufridas en el bando español, el episodio debiera considerarse, objetivamente, una victoria de las armas inglesas, y como tal fue recibida en Inglaterra cuando hasta allí llegaron las noticias de lo ocurrido a finales de mayo. Cromwell felicitó a Blake y el parlamento inglés acordó concederle una joya por valor de 500 libras, Stayner fue nombrado sir, al capitán John Story que llevó la noticia a Londres se le gratificó con otras 100 libras y se dispuso la celebración de un día de acción de gracias. Blake no llegó a ser recibido en Londres, pues poco antes de su regreso murió, afectado de escorbuto.

Como una victoria inglesa sería también valorada por la casi totalidad de los historiadores británicos que posteriormente tocaron el tema y por los biógrafos de Blake , así como por algunos otros autores de terceros países.

Toda la acción fue tan asombrosa que todos los que conocieron el lugar se preguntaron qué hombre sobrio, de qué valor dotado, la hubiera acometido (...); mientras los españoles se consolaban pensando que eran demonios, y no hombres, quienes les habían destruido de tal manera.   Con mucha más razón que en Londres debió ser aplaudida en Madrid la noticia del valor y magnanimidad con que los canarios, además de haber defendido el tesoro de la flota, impedido la presa y maltratado al inglés, habían anticipado a la América los avisos convenientes para su resguardo.

Sin embargo, en España se tomó más en consideración que se consiguiera mantener a salvo el grueso del tesoro que la flota transportaba, habiéndose descargado antes del ataque, y que se impidiera a los ingleses apresar las naves españolas. Felipe IV agradeció a Egües sus servicios y le premió con una encomienda de indios de 2.000 ducados de renta en la provincia americana que él eligiese, y a Centeno con una de 1.500.(No corrió la misma suerte Juan de Benavides, quien fue encarcelado y decapitado tras rendir la flota bajo su mando ante el ataque de Piet Hein en la batalla de la bahía de Matanzas de 1628.)

Cuando en 1803 Carlos IV concedió a Santa Cruz de Tenerife el título de villa exenta, dispuso que en su escudo figurasen tres cabezas de león, animal heráldico de Inglaterra, en recuerdo de las tres victorias que la ciudad mantuvo contra los ingleses: contra Blake en 1657, Jennings en 1706 y Nelson en 1797.

De entre los historiadores españoles, destacó el optimismo del tinerfeño Viera y Clavijo, quien describió la batalla como una clara victoria de los canarios al igual que el británico Richard F. Burton; otros autores españoles que escribieron la historia local o nacional omitieron el encuentro o lo mencionaron sin extenderse en detalles