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Expedición de Malaspina |
Expedición Malaspina 1789 En septiembre de 1788, Alejandro Malaspina, junto con su colega José de Bustamante y Guerra, proponen al gobierno español la organización de una expedición político-científica, con el fin de visitar casi todas las posesiones españolas en América y Asia. Este viaje se conocería como expedición Malaspina.
Antecedentes y prolegómenos [editar]La intensa actividad de exploración del Pacífico desarrollada por Francia e Inglaterra a finales del siglo XVIII provocó la reacción del Reino de España. Desde que la expedición de Magallanes cruzó el Pacífico y descubrió las Filipinas, España había considerado el Mar del Sur como de su exclusiva propiedad, controlando las Filipinas en el oeste y la casi totalidad de su orilla este, desde Chile hasta California. Pero la injerencia de otras naciones no fue la principal razón de esta expedición. Fue fundamentalmente el carácter científico de las exploraciones francesas e inglesas lo que provocó una respuesta de los intelectuales españoles. Era evidente el deseo de emular los viajes de Cook y La Perouse a través de un océano que durante dos siglos y medio fue considerado como un mar español. El historiador británico Felipe Fernández-Armesto señala que: La monarquía [española] de la época dedicaba al desarrollo científico un presupuesto incomparablemente superior al del resto de naciones europeas. El imperio del Nuevo Mundo era un vasto laboratorio para la experimentación y una inmensa fuente de muestras. Carlos III amaba todo lo referente a la ciencia y la técnica, de la relojería a la arqueología, de los globos aerostáticos a la silvicultura. En las últimas cuatro décadas del siglo XVIII , una asombrosa cantidad de expediciones científicas recorrieron el imperio español. Expediciones botánicas a Nueva Granada, México, Perú y Chile reuniendo un completo muestrario de la flora americana. La más ambiciosa de aquellas expediciones fue un viaje hasta América y a través del Pacífico por un súbdito español de origen napolitano, Alejandro Malaspina.
Los propósitos de la expedición serían los siguientes: incrementar el conocimiento sobre ciencias naturales (botánica, zoología, geología), realizar observaciones astronómicas y «construir cartas hidrográficas para las regiones más remotas de América». El proyecto recibió la aprobación de Carlos III, dos meses exactos antes de su muerte. La expedición, que contaba con las fragatas Atrevida y Descubierta, zarpó de Cádiz el 30 de julio de 1789, llevando a bordo a la flor y nata de los astrónomos e hidrógrafos de la Marina española, como Juan Gutiérrez de la Concha, acompañados también por grandes naturalistas y dibujantes, como el profesor de pintura José del Pozo, los pintores José Guío y Fernando Brambila, el dibujante y cronista Tomás de Suria, el botánico Luis Née, los naturalistas Antonio Pineda y Tadeo Haenke (la calidad de la tripulación no se reducía a su dotación científica: asimismo participó en la expedición Alcalá Galiano, que moriría heroicamente en Trafalgar). Los navíos fueron diseñados y construidos especialmente para el viaje y fueron bautizados por Malaspina en honor de los navíos de James Cook Resolution y Discovery (Atrevida y Descubierta).
La expedición Después de fondear durante unos días en las islas Canarias, navegaron por las costas de Sudamérica hasta el Río de la Plata, llegando a Montevideo el 20 de septiembre. De ahí, siguieron hasta las islas Malvinas, recalando antes en la Patagonia. Doblaron el Cabo de Hornos y pasaron al Pacífico (13 de noviembre), explorando la costa y recalando en la isla de Chiloé, Talcahuano, Valparaíso, Santiago de Chile, El Callao, Guayaquil y Panamá, para alcanzar finalmente Acapulco en abril de 1791. Al llegar allí, recibieron el encargo del rey Carlos IV de encontrar el Paso del Noroeste, que se suponía unía los océanos Pacífico y Atlántico. Malaspina, en lugar de visitar Hawaii como pretendía, siguió las órdenes del rey, llegando hasta la bahía de Yakutat y el fiordo Prince William (Alaska), donde se convencieron de que no había tal paso. Volvió hacia el sur, hasta Acapulco (a donde arribó el 19 de octubre de 1791), después de haber pasado por el puesto español de Nutka (en la isla de Vancouver) y el de Monterrey en California. En Acapulco, el virrey de Nueva España ordenó a Malaspina reconocer y cartografiar el estrecho de Juan de Fuca, al sur de Nutka. Malaspina requisó dos pequeños navíos, Sutil y Mexicana, poniéndolos bajo el mando de dos de sus oficiales, Alcalá Galiano y Cayetano Valdez. Dichos barcos dejaron la expedición y se dirigieron al estrecho de Juan de Fuca para cumplir la orden. El resto de la expedición puso rumbo al Pacífico, navegando luego a través de las islas Marshall y Marianas y fondeando en Manila (Filipinas) en marzo de 1792. Allí, las fragatas se separaron. Mientras que la Atrevida se dirigió a Macao, la Descubierta exploró las costas filipinas. En Manila moriría por unas fiebres el botánico Antonio Pineda. Reunidas de nuevo, en noviembre de 1792, ambas fragatas dejaron Filipinas y navegaron a través de las Célebes y las Molucas, dirigiéndose posteriormente a la isla Sur de Nueva Zelanda (25 de febrero de 1793), cartografiando el fiordo de Doubtful Sound. La siguiente escala fue la colonia británica de Sydney, desde donde volvieron al puerto de El Callao, tocando en la isla de Tonga, y desde allí, por el Cabo de Hornos, regresaron a Cádiz el 21 de septiembre de 1794.
Corvetas Atrevida y descubierta
A su regreso a España, Malaspina presentó un informe, Viaje político-científico alrededor del mundo (1794), que incluía un informe político confidencial, con observaciones críticas de carácter político acerca de las instituciones coloniales españolas y favorable a la concesión de una amplia autonomía a las colonias americanas y del Pacífico, lo que le valió que, en noviembre de 1795, fuera acusado por Manuel Godoy de revolucionario y conspirador y condenado a diez años de prisión en el castillo de San Antón de La Coruña, Galicia, España. Resultados de la expedición Malaspina [editar]El objetivo de Malaspina era realmente ambicioso. Aspiraba a dibujar un cuadro razonado y coherente de los dominios de la monarquía española. Para ello, no sólo contaba con los trabajos de sus colaboradores, sino que también investigó en los materiales de los principales archivos y fondos de la América española. A través de sus diarios y escritos, tuvieron cabida los distintos aspectos de la realidad del imperio, desde la minería y las virtudes medicinales de las plantas hasta la cultura, y desde la población de la Patagonia hasta el comercio filipino. De esta forma culmina, siguiendo los principios de la Ilustración, la experiencia descubridora y científica de tres siglos de conocimiento del Nuevo Mundo y la tradición hispana de relaciones geográficas y cuestionarios de Indias. Y lo hacen bajo una fórmula característica del período, pues, imbuido del credo cientifista y naturalista de la Ilustración, lo que hizo Malaspina en realidad fue componer una verdadera física de la Monarquía. A su regreso, la expedición Malaspina había acumulado una cantidad ingente de material: la colección de especies botánicas y minerales, así como observaciones científicas (llegaron a trazar setenta nuevas cartas náuticas) y dibujos, croquis, bocetos y pinturas, era impresionante y, sin duda, la mayor que habrían de reunir en un solo viaje navegantes españoles en toda su historia. De todo ese cúmulo de conocimientos y de la insuperable experiencia apenas se publicó un Atlas con 34 cartas náuticas. Durante el proceso de Malaspina en 1795 se habían pretendido eliminar los materiales de la expedición, que, sin embargo, fueron preservados en la Dirección de Hidrografía del Ministerio de Marina en Madrid. El grueso de aquel trabajo habría de permanecer inédito hasta 1885, cuando el teniente de navío Pedro de Novo y Colson publicó su obra Viaje político-científico alrededor del mundo de las corbetas Descubierta y Atrevida al mando de los capitanes de navío D. Alejandro Malaspina y D. José Bustamante y Guerra desde 1789 a 1794 (desgraciadamente, algunos materiales, como ciertas observaciones astronómicas y de historia natural, se habían perdido para siempre). No obstante, parte de las colecciones de historia natural acopiadas durante la Expedición, sobre todo las relacionadas con la Botánica, corrieron mejor suerte: el herbario de Luis Née fue donado al Real Jardín Botánico de Madrid, donde se conserva actualmente, y muchas especies fueron descritas gracias a estos materiales por su director de entonces, Antonio José Cavanilles. La expedición en la actualidadHasta el siglo XX la historia no ha sabido apreciar la verdadera magnitud de aquella empresa, cuyos objetivos de superar los logros científicos de ingleses y franceses fueron plenamente cumplidos. Tan sólo, recientemente, se ha comenzado a reconocer el valor de la información obtenida en la expedición de Malaspina, cumbre de la Ilustración española, pero aún sigue siendo oscurecida en la historia por los viajes de Cook, de La Pérouse y de Bougainville, que, como señala Felipe Fernández-Armesto, «siguen teniendo el papel predominante en el discurso y en la imaginación de los historiadores».
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